31 de diciembre de 2010

¡¡¡Feliz 2011!!!


Feliz Año Nuevo a todos los habituales de este blog
(y a los que llegan de rebote, que también los hay).
Os felicito el año con una foto de Liso, nuestro nuevo gatito ayoíno,
hermano de la desaparecida Lisa, hijo de Princesa
y un alocado bicho listo y divertido que hace las delicias de mis padres.
Liso ha sido nuestro protagonista casero del año
y con él os deseo un feliz 2011 :)

29 de diciembre de 2010

26 de diciembre de 2010

La piedra

Cuando hablé del cultivo del lino, esa planta que fue tan importante para la economía de Ayoó a mediados del siglo pasado, me dejé un detalle muy importante y que me recordó este verano un amigo seguidor del blog:



En el artículo contaba cómo las plantas de lino se tenían metidas en el agua del río Eria, en Felechares y otros pueblos de la Valdería, y después se ponían al sol, se majaban y se espadaban. Lo que no había contado (no lo sabía) es que toda esta labor se hacía en aquellas piedras que llenaban nuestras calles hace no tanto tiempo, piedras que como dólmenes caseros acompañaban cada vivienda de Ayoó y que desaparecieron sin ninguna consideración cuando se comenzó a encementar las calles del pueblo. En las piedras se ponía el lino al sol para que fuera secando y después era golpeado (majado) con unas piezas de madera como esta que aún usa mi padre para los garbanzos y las alubias.




En mis recuerdos de Ayoó siempre estará la piedra que se encontraba junto a la puerta de la casa de mis abuelos y sobre la que mi abuelo se apoyaba trabajosamente para subirse al macho, su famoso macho con callo en el cuello de darle con la cachava. Allí jugaba yo, secaba pipas de calabaza, leía y mataba incautas hormigas. Y que disgusto me llevé cuando volví un verano y la calle estaba más “urbanizada” pero me habían robado mi piedra. Recuerdo también la que había en la casa de mi tío Agustín, hermano de mi abuelo, donde ahora está el Ayuntamiento, por donde pasaba el reguero. Y no recuerdo muchas más, la verdad, aunque me cuenta mi madre que antaño había una casi por cada casa.




Este verano, fijándome, encontré esta piedra que ha sobrevivido en las huertas de San Fructuoso, junto a la calle Palomares, en los barrios de abajo. Está junto a una casa ya derrumbada y casi cubierta de zarzas y hierbas, pero es la única que ha resistido la modernidad. Me cuenta mi amigo que en la zona de La Cabrera aún se pueden encontrar bastantes piedras de espadar lino. Espero que allí sean capaces de cuidarlas más de lo que fuimos nosotros.

24 de diciembre de 2010

¡Feliz día! ¡Feliz noche!



Foto de Ayoó tuneada con el Photofunia

22 de diciembre de 2010

Los cuadros

La casa de mis abuelos era práctica: los objetos justos para cumplir su función y ni un adorno de más, ni un cachivache de aderezo. Solo había dos excepciones, dos cuadros, uno en el dormitorio de mis abuelos y otra en el dormitorio de mis padres.



En el primer cuadro se recoge una imagen de la última cena de Jesús y sus apóstoles, con un marco con formas ovaladas adornado con pequeñas rosas. Ahora está colgado en una pared de la casa de mi tía y al volver a verlo, recordé las veces que me había quedado mirando, observando a esos hombres dibujados con pelos perfectos, la figura de Jesús con su aura... todo me causaba curiosidad.



El otro lienzo representa a un ángel de la guarda velando por un niño que está a punto de caer en un pozo mientras juega a la gallinita ciega. Aquí me llamaba la atención el ángel, claro, con esas alas tan enormes y esos ropajes, pero también los niños, tan repipis, tan parecidos a Shirley Temple, la niña actriz cuyas pelis dieron en algún ciclo de pelis de la sobremesa... Este cuadro lo tenía en la cabeza y no encontraba su imagen en el amplio mundo googlero ni, por supuesto, arrinconado en algún rincón de nuestros trasteros del pueblo. Al final lo localicé entre los objetos de la casa del Museo Virtual de Arrabalde, que, como siempre que lo he citado, recomiendo visitar (aquí accedes a su página).



Estos son los dos cuadros de mis abuelos, populares, seguramente repetidos en casi todas las casas del pueblo porque los habían comprado todos a un vendedor ambulante o los habría traído mi abuelo de uno de sus viajes a La Bañeza. Los cuadros de mis años de cría en la casa de los abuelos.

20 de diciembre de 2010

Las coplas de ciego de Vasallo y María



María y Vasallo, Vasallo y María. Esta era una pareja del vecino pueblo leonés de San Esteban de Nogales. El, ciego; ella, su hija, que no esposa, como en mi casa recordaban y como me corrigen desde su familia (ver los comentarios de este texto). El venía con la mano en el hombro de ella y ella le guiaba. Y como en los cantares de ciego conocidos desde el Lazarillo de Tormes, iban por los pueblos de la comarca contando historias reales de las que hacían canciones, ya fuera de un asesinato en un pueblo o cualquier otra historia truculenta que hubiera. Cuando llegaban a un pueblo, se les daba de comer en las casas y luego pedían unas monedas a cambio de sus historias.



Hay una larga recopilación de estos cantares de ciego, desde la Edad Media hasta mediados del siglo pasado. La fotografía que acompaña este artículo es de una página que recoge la vida y costumbres de las tierras altas de Galicia (se puede ver aquí). En este artículo de la Revista de Folklore de la Fundación Joaquín Díaz, se recogen otros cantares de la localidad ciudad realeña de Alcázar de San Juan y en el blog de Albino Suárez se habla de las coplas de ciego en un tiempo similar a esta historia de Ayoó.

17 de diciembre de 2010

Objetos

Cuando se mira hacia abajo, a una pared, a un rincón... se pueden encontrar objetos que un día fueron algo y hoy, en unos más, otros menos, se adivina su pasado...













14 de diciembre de 2010

La Iglesia por dentro: La tumba



Junto al pequeño retablo que encontramos en el lado del Evangelio de la Iglesia (la izquierda desde la puerta), encontramos una tumba que se hizo más presente tras el arreglo de la Iglesia en el año 1995. Antes, el suelo de la Iglesia estaba más levantado y no se distinguía apenas del resto de losetas. Tras el arreglo, quedó bien claro que era una lápida y aún se estudia de quién. Entonces se publicó esto en el periódico La Opinión de Zamora: Tras la última reforma de la parroquia de San Salvador apareció, al rebajar el suelo, un curioso enterramiento. Se ignora a quién pudo pertenecer, pero la regidora (la entonces alcaldesa, Sofía Tostón) está convencida de que alberga los restos de «alguien importante», ya que la estructura es de piedra negra, una variedad que no existe en la zona. Además, tiene una gran magnitud y dos escaleras de acceso. Junto a él se descubrió un cráneo y varias monedas que fueron trasladadas al Museo Provincial de Zamora.



En el anuario 1996 del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo se recogía un escrito de la arqueóloga de la Junta de Castilla y León, Hortensia Larrén Izquierdo sobre la excavación del sepulcro encontrado en la Iglesia del pueblo. Esta es su transcripción:



EXCAVACIONES DE DOS SEPULCROS:
EL DE LA IGLESIA DE SAN SALVADOR DE AYOÓ DE VIDRIALES Y EL DE LOS CASTILLA-FONSECA EN SAN LORENZO EL REAL DE TORO


HORTENSIA LARRÉN IZQUIERDO


La documentación arqueológica de los sepulcros de los «Castilla-Fonseca» de la iglesia de San Lorenzo el Real de Toro, y del anónimo —en lo que conocemos—de la iglesia de San Salvador de Ayoó de Vidriales, nos lleva a hacer esta reseña común a pesar de las obvias diferencias existentes entre ambos. Ni los aspectos históricos, artísticos o geográficos constituyen un nexo común, pese a ello, y siendo plenamente conscientes de tales circunstancias, parece oportuno dar a conocer unos resultados —individualizados y particularizados— de lo que ha sido un trabajo derivado de las actuaciones paralelas y obligadas llevadas a cabo en sus contenedores, cual es el trabajo realizado con metodología arqueológica de los citados sepulcros. Por ello, y a pesar del epígrafe común, las diferencias son evidentes, circunstancia que si no fuera por el hecho en sí de su documentación realizada en un encuadre temporal, nada tendría de unificador.




Hechas estas observaciones preliminares, el trabajo de síntesis para cada uno de ellos se expone a continuación de forma individualizada, dadas las diferencias evidentes que a cada uno de ellos les caracteriza. Pese a estas divergencias materiales, es cierto que en ambos confluyen concomitancias evidentes: el uso de un edificio cultual al que se le destina un espacio concreto como enclave funerario que, dentro del ámbito edilicio, es importante de cara a las manifestaciones derivadas de la liturgia. La manifestación artística de estos elementos monumentales pueden llegar a competir, de forma evidente, con el entorno en el que se ubican tan sólo utilizando materiales esculpidos de materia prima distinta a la preexistente —caso de Ayoó—, bien reconstruyendo un espacio que, además de cobijar los cuerpos de sus benefactores, sea llamativo en el entorno que es acogido por maestría artística dentro de las «modas» de su tiempo —sepulcro de los Castilla-Fonseca—. Y, por último, no puede olvidarse el aspecto económico, sin duda fundamental para el mantenimiento de la parroquia o capilla dentro de ella, en la que el pago de exequias, misas, novenarios, etc., son ayudas inapreciables para el mantenimiento final del edificio.




Sin entrar en estos aspectos, bien evaluados por los historiadores en sus análisis de rentas y de fábricas de los distintos edificios, la percepción a través del conocimiento material de estos monumentos no siempre es llamativa. Por desgracia, las aperturas «históricas» de los sepulcros, el traslado de los «cuerpos» o las intervenciones arquitectónicas más o menos acertadas, nos llevan a concluir hipótesis pobres y, en la mayoría de los casos, manipuladas, con problemas de identificación referidas tanto a los «esqueletos» que se exhuman, como a las condiciones a las que han llegado a nosotros.




EL SEPULCRO DE LA IGLESIA DE SAN SALVADOR DE AYOÓ DE VIDRIALES


Ayoó de Vidriales se localiza al norte de la provincia de Zamora, siendo su término municipal límite con la de León. En la actualidad es cabeza de municipio, reuniendo su término además de Ayoó, los lugares de Carracedo y Congosta.


El núcleo de población ofrece un hábitat disperso, organizado en torno a dos vías principales y acomodado a la topografía del terreno, lo que motiva su asentamiento en dos terrazas. La iglesia parroquial de San Salvador, se sitúa en la inferior de estas terrazas, prácticamente aislada del núcleo de población en su lado oriental ante un frondoso espacio conocido como «huertas de la fuente». Es este edificio, junto al conocido «castillo» —en realidad una torre fuerte tardogótica, cuya reciente restauración ha supuesto un importante menoscabo de la misma y que no ha merecido ninguna consideración en recientes trabajos de castellología provincial (LOBATO, 1997)—, son lo más representativo del lugar arquitectónicamente hablando, sin menospreciar la habilidad con que están ejecutadas las viviendas y corrales, hechos con su basamento y esquinas de mampostería y encofrados de tapial, así como sus características chimeneas.




I. 1. Breve descripción de la iglesia y motivos de la intervención


La iglesia de San Salvador presenta planta rectagular con una sola nave y cabecera con testero recto, de planta cuadrada más estrecha que aquélla y, en altura, ligeramente más alta. En su lado sur se adosa una pequeña sacristía construída, según la inscripción que reza en el dintel de su ventana, en el siglo XVIII. En los pies se sitúa una llamativa espadaña o torre de campanas, a la que se accede por una escalera situada en el lado septentrional desde la terraza superior a la que antes hacíamos referencia, creando un amplio arco apuntado, a modo de arbotante, bajo el que discurre una calle.


La comunicación con el exterior se realiza a través de dos puertas, una abierta a los pies y cobijada por una amplio arco de grandes dimensiones, gemelo al del acceso del cuerpo de campanas y otra localizada en el muro meridional, de arco de medio punto doble, posiblemente contemporánea a la sacristía.


Construido el edificio en mampostería concertada de piedra del lugar, con anchos llagueados de cal, aparece recorrida en todo su perímetro por contrafuertes —tres en los muros de las naves y uno en cada una de las esquinas de la cabecera— dando una imagen amazacotada. La sillería está reservada a los accesos, arcos formeros y al cuerpo superior de la torre, el cual se hace más ostentoso por el uso de sillares de granito, de gran tamaño y bien escuadrada.


El interior responde a una organización austera a base de un arco de triunfo que separa la cabecera del cuerpo y tres pares de arcos formeros con pilastras que configuran la estructura de la nave; éstas últimas se decoran con molduras simples, rematadas con un sencillo capitel mensulado del que partirían, en origen, los nervios de la bóveda hoy desaparecida.


En los paramentos exteriores es posible identificar sendos vanos cegados de antiguo —muro meridional—, así como algunas ventanas con derrame interno que nos hablan de distintas intervenciones en el edificio.


Es evidente que ni la iglesia ni ninguna de las construcciones urbanas ha despertado interés en la erudición bibliográfica, si no son las llamativas y, cada vez más escasas, chimeneas. A ello tan sólo hay que ponerle la excepción de su topónimo y las dos bellas columnas de traza mozárabe, hoy en el Museo de los Caminos de Astorga, los únicos elementos que relacionan el lugar con la fundación del monasterio mozárabe de «San Fructuoso de Agegio» citado en las fuentes escritas en el año 940 (GóMEZ MORENO, 1927:318-319; REGUERAS, 1990:67; CABALLERO, 1995).


Esta iglesia fue objeto de un proyecto de restauración a través de la Consejería de Fomento de la Junta de Castilla y León que tenía como fin la intervención en las cubiertas del mismo. Posteriormente se inició una intervención que afectaba al cambio de solado del edificio, lo que supuso la aparición de evidencias arquitectónicas que requerían una documentación arqueológica, en especial un enterramiento existente a los pies de uno de los retablos situado entre los dos primeros pilares del muro septentrional, cuya advocación se desconoce, configurando, como se pudo confirmar posteriormente, una capilla funeraria, procediéndose a su excavación arqueológica el día 31 de julio, con la colaboración de la empresa adjudicataria y la técnico Mónica Salvador Velasco.




I. 2. Estructuras preexistentes y excavación de la capilla funeraria


Derivado de la intervención arquitectónica, el suelo fue levantado en su totalidad, siendo imposible identificar cualquier nivel del mismo, llegando incluso a comprobarse que los retablos existentes en los ángulos septentrional y oriental de la nave aparecían «colgados». Esta circunstancia, unida al hecho de que todo el espacio interior de la iglesia había sido rellenado con morrillo y cemento hacía


muy difícil, sino imposible, la percepción de posibles niveles arqueológicos, a excepción de los claros restos de una cimentación anterior a la construcción del edificio actual, localizados en la embocadura de la nave, en su ángulo septentrional.


Esta se corresponde con los cimientos de una posible habitación de la que tan sólo se ha podido ver su ángulo suroccidental exterior, ya que sobre él se apoya la cabecera y muro septentrional de la nave del edificio actual. En el momento de nuestra visita se habían levantado todos los niveles que lo ocultaban y, en buena parte, le cubría la base del nuevo solado al que ya hemos hecho referencia. Por ello, tan sólo podemos decir que el cimiento estaba construído con grandes sillares de 50 x 70 y 57 x 70 cm (medidas máximas calibradas), unidos con argamasa de cal, y con cara al exterior, observándose un total de la estructura de 0,95 x 2,00 m. En el sillar que conforma el ángulo aparece un retalle circular de 20 cm. de diámetro, correspondiente quizás a un poste de construcción del edificio que sobre estos restos se asienta (Fig.1.l).



Es aventurado, a tenor de los escasos datos con los que contamos, hablar sobre su cronología y función, si bien existe otro elemento, aparecido y salvado de entre los escombros, de especial relevancia. Se trata de una ventana-celosía, muy fragmentada, trabajada en una cara de la que se puede ver lo siguiente:


Posiblemente rectangular, se conserva de ella su mitad derecha rota, a su vez, en dos partes. Tallada en bajo relieve con factura algo tosca, ofrece todo el espacio decorado, enmarcado por una moldura de 5 cm. de grosor. La parte superior, calada, conserva el arranque de dos hojas o pétalos de una roseta, mientras que la inferior, ciega, presenta un reticulado en el que se abren tres pequeños cuadrados paralelos entre sí (6,5 x 7 cm), de los que se conservan tres, que traspasan la placa. Sus medidas son: alto 74 cm y largo conservado 34 cm. (Fig.1.2).



Con esta pieza tres son los ejemplos que se conocen en la provincia: la procedente de Moreruela de Tábara (REGUERAS, 1990; Catálogo del Museo de los Caminos) y el hallazgo casual de «El Pago de la Huesa» en Cañizal (MARTÍN VALLS Y DELIBES, 1981; Caballero, 1995), donde, como en éste caso, desconocemos el contexto preciso, aunque sí relacionadas por los datos documentales con posibles fundaciones monásticas.

Además de estos restos se conserva en la iglesia el ya referido enterramiento que forma parte de una capilla funeraria de los siglos XVII-XVIII que, a tenor de la riqueza de la lauda sepulcral debió pertenecer a un alto dignatario, posiblemente civil. En principio, nada hacía sospechar que el enterramiento estuviera «in situ»; más bien parecía que la lauda había sido recolocada a los pies del retablo.

Ésta, hecha en una gran laja de pizarra, presenta un estado de conservación bastante regular, siendo imposible la lectura de su inscripción y la identificación del escudo que ocupa el tercio inferior de la misma y al que corona un yelmo con plumas. Sus medidas son: 207 cm de largo y 90 cm de ancho, distribuyéndose en él (FIG. 1) el cartel —74 cm— y escudo -128 cm, siendo legibles tan sólo las primeras letras de las siete líneas que componían la inscripción:

A/ PA/ SAL/ SI°/ LE/ LA/B Q y junto al yelmo M.





Una vez levantado el suelo se comprobó que, bajo él, aparecían dos peldaños de la escalera, hechos en piedra caliza, que permite el acceso al altar, en los que se encajaba el enterramiento, en ese momento ya perceptible la tumba o sarcófago, también de pizarra.

Iniciada la limpieza superficial ya fue posible identificar y definir el espacio objeto de documentación. Se trata de un altar-capilla funeraria, construída en un momento posterior a la iglesia, en la que ocupaba un lugar preeminente, adosado al cierre septentrional de la misma y frente a la puerta sur. Las modificaciones de los distintos suelos han supuesto la ocultación de más de 40 cm. de su base, para lo cual han ido levantando la lauda sepulcral según se producían aquéllas, de forma que, hasta el momento de esta actuación, se desconocían las características ornamentales y funcionales del conjunto.

Así, las pilastras que enmarcan el altar, hechas también en arenisca de la misma calidad que los peldaños, se asientan sobre boceles que, a su vez, encajan en un solado de baldosas rectangulares de ladrillo que delimitan el espacio del altar y del enterramiento, colocados sobre un potente relleno de tierra y cantos de río.



Como conclusión la excavación de este espacio sepulcral se puede decir lo siguiente:

1.Un nivel superficial que ocupa todo el espacio delimitado por los peldaños de acceso al altar, en el que aparecen piedras de distintas calidades y tamaños envueltas con tierra bastante suelta, que puede ser interpretado como el relleno de nivelación de los últimos solados. Ningún material arqueológico nos permite su aproximación cronológica.


2. Nivel de tierra suelta y revuelto, circunscrito al interior del sepulcro. Parece corresponderse a un paquete situado en el extremo occidental de la estructura, del que proceden dos calotas, una cadera y varios huesos largos, lo que implica claramente su remoción, traslado y aportación desde otro lugar funerario.

3. Enterramiento situado en el interior del sarcófago, correspondiente a un individuo adulto, perfectamente conservado, en posición de decúbito supino, con los brazos cruzados sobre el vientre y las extremidades inferiores separadas. Como característica a reseñar en su orientación E-W, es decir, en dirección contraria a la cabecera. Asimismo, llama la atención la conservación de algunos elementos orgánicos que formaban parte de la mortaja como es la «pasamanería» que ornaba el borde de la capa, gracias a la cual sabemos que se trata de una pieza trescuartos, que cubría al enterrado totalmente, cruzándose por delante y cerrada por un cuello de cuero. Por último, el único elemento de ajuar es un rosario que ha llegado a nosotros en muy mal estado de conservación (Fig. 1.3).



4. La tumba es de planta rectangular, conformada por grandes lajas de pizarra, enterizas las correspondientes a la cabecera y pies, mientras que los laterales son dos y tres piezas respectivamente. La lauda sepulcral, descrita más arriba, es de mayor tamaño que ésta, siendo claramente contemporáneas. Sus medidas son 189 cm. de largo, 56 cm. de ancho de cabecera, 63 cm.de ancho de pies y 35 cm. de profundidad.


El único elemento que nos ayuda a establecer una cronología del enterramiento es una moneda correspondiente a un resello de cuatro maravedís de Felipe IV (1621-1665) hecha sobre una blanca de vellón de Felipe II (FONTECHA Y SÁNCHEZ, 1968) lo que nos lleva a datar el conjunto en el siglo XVII, fecha que encaja perfectamente con las características del retablo y la lauda sepulcral.

(Fin de la transcripción del capítulo)



Lo cierto es que personas que estuvieron presentes en aquel estudio sobre el terreno de la tumba de la Iglesia no guardan buen recuerdo de cómo se hizo. Hablan de prepotencia y de falta de tacto con todo lo que allí encontraron y con las personas del pueblo que estuvieron presentes. “Pusieron los huesos todos juntos en una bolsa, cuando en la tumba habían aparecido formando un cuerpo perfectamente junto, estirado, con su ropaje. También le molestó que la cincháramos, que le pusiéramos un hierro alrededor de la piedra, aunque sin eso no era posile poder levantar la piedra sin romperla”.

11 de diciembre de 2010

El Conventico



En mis bajadas a Santibáñez en la BH verde siempre iba por el camino del Conventico, atravesando San Pedro de la Viña y llegando a Santibáñez a toda pastilla para evitar la peste de la granja de cerdos que hay a la entrada del pueblo.



El Conventico nos llamaba la atención, fantaseábamos con las historias de ese edificio, vacío, medio destartalado. Una vez, con mis amigas Bego y Hermi, decidimos entrar y nos dimos una vuelta por la planta de abajo del edificio, lleno de porquería, cascotes y periódicos viejos (alguno terminó en mi bolsa, ¡cómo no!). También cruzamos hasta el centro de la finca y metimos la cabeza en lo que había sido una capilla.



Por supuesto, con mi padre he conocido más datos de lo que fueron los últimos años habitados del Conventico: “En el Conventico vivía una condesa, o eso se decía, y estaba con ella un cura de Ayoó, Andrés Cano Cano y Antonia Cano Blanco, su sobrina, mi madrina, de criada. Antes de los años cuarenta se marcharon a Benavente, al asilo de curas él y a servir en otras casas mi madrina. En el Conventico quedó Andrés, un vecino de San Pedro que hacía carros y cubos. Estuvo muchos años allí, viviendo con su familia, hasta que se jubiló. Por cierto, este hombre tenía un hijo que estuvo a punto de ser cura, ya tenía el padre comprada una ternera para el cantamisa y todo cuando dijo que lo dejaba. Se hizo periodista y estuvo trabajando aquí, en La Gaceta del Norte”.


Hace unos días me encontré la historia del Conventico en internet. Son fotos y un texto explicativo del origen del priorato de San Salvador de Villaverde, nombre real del famoso Conventico. Todo ello lo ha recopilado Rafael González Rodríguez, historiador, profesor y divulgador de la historia de la zona norte de Zamora y lo ha publicado en su blog “Más vale volando”. Muy amablemente me ha permitido reproducir en Avantales su escrito.


Memorias del “Conventico” - El Priorato de San Salvador de Villaverde

Crónica de la Desolación



El valle de Vidriales es uno de los territorios del norte de Zamora que mayor interés despierta para el conocimiento del poblamiento medieval. A su conocido pasado romano y, muy probablemente, visigodo, hay que añadir un interesante episodio altomedieval en torno a los monasterios de Ageo y Castroferrol.
El presente artículo pretende ofrecer una aproximación un pequeño cenobio enclavado en el centro de este valle. Se trata del monasterio de San Salvador de Villaverde de Vidriales. Una fundación prácticamente olvidada hoy, pero que cuenta con una historia ciertamente azarosa y evocadora.
Su dominio patrimonial no debió sobrepasar más que ocasionalmente los contornos de este estrecho valle zamorano. Sin embargo, destacadas instituciones, como el monasterio de Sahagún, el francés de Cluny, o representantes de los más encumbrados linajes del reino, como los Pimentel, fijarán su atención sobre este pequeño centro de culto.

A diferencia de otros cenobios desaparecidos en épocas remotas, su localización no ofrece duda alguna, al haberse mantenido su actividad prácticamente hasta el siglo XX, y conservarse aún las ruinas de su pequeña iglesia, así como una parte significativa de sus dependencias.

El pago se encuentra en medio de los campos de cultivo que separan Santibáñez de Vidriales y San Pedro de la Viña, en término de este último pueblo, siendo conocido por los lugareños como “El Conventico”. El paraje describe una suave ladera hasta encontrase con el arroyo de La Almucera, principal curso fluvial colector de toda la comarca, con la Sierra de Carpurias al fondo dominando el horizonte. Se sitúa prácticamente en el centro del valle, muy próximo al antiguo campamento romano de Petavonium, en Rosinos de Vidriales. Estaría localizado, por tanto, junto a la calzada romana que unía Asturica Augusta con Bracara Augusta, una vía que durante Edad Media mantendría parte de su antigua vitalidad como eje de comunicaciones y camino de peregrinación.

No se conocen con certeza cuáles son los orígenes de este monasterio. Su primera mención procede de un diploma de los fondos del monasterio de Sahagún del año 1100. Para entonces el cenobio está ya bajo el control de Alfonso VI, pero el documento nos informa que había pertenecido con anterioridad al conde Munio Fernández, tal vez su fundador, con lo que su historia conocida se remontaría al menos a la segunda mitad del siglo XI.

La fundación debió realizarse sobre una antigua villa o explotación agraria preexistente conocida como Villa Verde. Parece claro que desde sus orígenes el sostenimiento del lugar estuvo vinculado a la explotación de esta villa, en la que existía -no sabemos si también desde un principio- un contingente de campesinos dependientes.





En el mencionado documento del año 1100, Alfonso VI relata como disfrutando de la posesión del cenobio el conde Munio Fernández, pasó a manos del rey, según la costumbre del reino dada la “soberbia” del conde, que le hizo padecer destierro. Debió tratarse, por tanto, de una confiscación muy al uso en la época, fruto de la denominada ira regia. Munio Fernández no debe confundirse con otro magnate homónimo asiduo en los diplomas leoneses de finales del siglo X, y también inmerso en rebeliones contra la monarquía, en este caso contra la persona de Vermudo II. El Munio Fernández que nos ocupa debió ser un noble de menor entidad, pues ha dejado un escaso rastro documental. Estuvo casado con Aldonza Gómez, hija del conde Gómez Díaz y Teresa Peláez, y hermana de Elvira y Mayor Gómez, a quien su lauda sepulcral llama también cometissa. De este matrimonio conocemos a una hija: Elvira Muñiz.

Posteriormente, el rey entregó el monasterio a su esposa, la reina Berta, que se ocupó de su administración. Pero fallecida la reina y enterrada en el monasterio de Sahagún, al monarca lo entregó al gran cenobio benedictino, con quien le unía una estrecha vinculación. La donación incluía también una solemne disposición sobre la obligación de los nuevos propietarios de proporcionar recursos a trece pobres para mantener perpetuamente viva la memoria de Alfonso VI y de su difunta esposa.

Fallecido el monarca, la condesa doña Aldonza, viuda del conde Munio, reclamó sus derechos sobre el pequeño monasterio a la reina doña Urraca. La reina, a instancias del obispo de León que debió actuar de mediador, reconoció que su antecesor había sido mal informado y, considerando legítimas sus pretensiones, restituyó la posesión en fecha no concretada. Poco tiempo después, en 1112, la condesa decidió entregarlo, con todos sus derechos y pertenencias, al monasterio de Cluny y a su abad Poncio. Dadas las estrechas relaciones mantenidas entre Cluny y Sahagún a finales del siglo XI y principios del siglo XII, esta donación tiene más bien la apariencia de un compromiso que satisfaría a todas las partes implicadas en el asunto.

Con el tiempo Villaverde volvió de nuevo al control efectivo del monasterio de Sahagún, aunque no se cuenta con información sobre cuándo ni cómo. Es entonces cuando el cenobio debió adquirir la condición de priorato, uno más de la larga lista de filiaciones con que contaba el cenobio de la ribera del Cea. En cualquier caso, la vinculación entre Villaverde y Cluny debió mantenerse de alguna forma, bien fuera de una manera órganica o puramente nominal, pues incluso en el siglo XVI se sigue denominado en los diplomas como San Salvador de Villaverde de Cluny.




Desde principios del siglo XV el monasterio de San Salvador de Vidriales comienza a entrar en la órbita de los Pimentel. En un principio, las relaciones se limitan a acuerdos o transacciones patrimoniales. Así por ejemplo, dos de los lugares del priorato: Sandín y Valleluengo, son objeto de un cambio entre el prior de Villaverde, fray Juan de Calzada y don Rodrigo Alfonso Pimentel, II Conde de Benavente, formalizado el 26 de marzo de 1428. A cambio el monasterio recibió una heredad de cinco yugadas en Bercianos de Vidriales, aldea de la jurisdicción de Benavente, de la cual se obtenían 35 cargas de pan.

Escalona atribuye a don Rodrigo Pimentel, conde de Benavente la entrega por Sahagún de la encomienda del priorato, justificándolo en las “turbaciones de Castilla”. Según este autor “este señor se levantó con él y sus haciendas y derechos que eran muy notables”. Isabel Beceiro supone que este Rodrigo debe corresponderse con el segundo titular del condado: Rodrigo Alfonso Pimentel, y no con el cuarto homónimo como pudiera darse a entender, pues dicha encomienda figura entre los bienes del tercer conde: Alfonso Pimentel. Los derechos del priorato incluían en este momento “el padronadgo a presentar en los beneficios de Minçereces e de Aguilar y Olmillos e de Santa Marina de Xamontes e de Santisteuan de Olmos que son en la dióçesis de Astorga e de otros beneficios e rentas eclesiásticas e siempre touo derecho de apresentar a ellos”.

Las denuncias de abusos y usurpaciones motivaron el inicio de un largo pleito a instancias del monasterio de Sahagún desencadenado a partir de 1478. Las consecuencias de este proceso dieron un rumbo totalmente nuevo al destino del pequeño priorato.


Es 1510 cuando el papa Julio II nombra prior a Juan Pimentel, que además disfrutaba de la encomienda. Su apellido delata su emparentamiento con la familia condal, al parecer sobrino del V conde. Este noble tomó posesión del pequeño priorato el 3 de mayo de 1510 a través del clérigo Gonzalo de Magaz, su representante legal.

Pocos días después, el 8 de mayo de ese mismo año, el propio Juan Pimentel, ratificaba la posesión en un acto solemne celebrado en el monasterio de Nogales. Sin embargo, el monasterio de Sahagún no se dio por vencido y siguió pleiteando ante la curia romana en defensa de sus derechos.

Pero en 1525 se produjo una inflexión decisiva, que decantó definitivamente el asunto hacia los intereses condales. En esta fecha el papa Clemente VII anexionaba el priorato de Villaverde al Hospital de la Piedad de Benavente, recientemente fundado por el V Conde, Alfonso Pimentel y su mujer Ana de Hererra y de Velasco. Según se deduce del documento pontificio el V conde consiguió de su pariente, Juan Pimentel, que hiciese renuncia de la encomienda del mismo en manos del Papa Clemente VII y este a su vez, por súplica del conde, lo mandó agregar al Hospital de la Piedad. Esta unión llevaba consigo la obligación mantener en la iglesia prioral dos monjes o presbíteros seculares para atender el culto y las misas diarias.

Las protestas de Sahagún apenas consiguieron conmover la línea marcada por Roma. Finalmente en 1544 la curia romana pronuncia sentencia en la que se condena al monasterio de Sahagún a perpetuo silencio, y se declaran válidas las anexiones. El monasterio leonés se vio obligado a abonar 60 ducados y 4 florines de oro en concepto de costas del proceso. Por su parte, el hospital pagaba cada quince años, en compensación por dicha agregación, las contribuciones correspondientes a la Santa Sede. El Libro Becerro del Hospital de la Piedad de Benavente registra en su contabilidad los asientos correspondientes a estos dispendios. En el siglo XVIII la suma global, los llamados quindenios, ascendía a 2000 reales, más 460 reales en concepto de gastos de cobranza y desplazamiento.

La trayectoria de San Salvador de Villaverde corre desde entonces paralela a la del Hospital de la Piedad. Durante los siglos siguientes el priorato siguió ampliando su patrimonio en el valle de Vidriales. En el siglo XVIII sus rentas se extendían por los lugares de Jamontes, Micereces, Valderas, Requejo de la Polvorosa, Vecilla, Mózar, Burganes, Olmillos, Navianos, Aguilar, Abraveses, Sitrama, Colinas, Granucillo, Granucillino, Cunquilla, Bercianos, Tardemázar, Santibáñez de Vidriales, Calzada, Uña y Letrillas.


Sin embargo, la vida languidecía en el pequeño centro religioso. En 1752 se mencionan los dos capellanes que ejercen sus funciones en la “Casa del Priorato”: Pedro Mateos y José Castaño. A mediados del siglo XIX Madoz indica escuetamente que en él ejercían sus funciones únicamente dos sacerdotes nombrados por el conde de Benavente. Esta actividad, casi vegetativa, se vino manteniendo hasta bien entrado el siglo XX.

Los dos religiosos residían aquí con el único compromiso de atender sus obligaciones de culto, fundamentalmente misas, según una tradición secular reglamentada por los Condes de Benavente. Además oficiaban otros servicios religiosos requeridos ocasionalmente por los lugareños. La actividad debió extinguirse definitivamente cuando el Hospital de la Piedad de Benavente pasó a ser Asilo de Ancianos, si bien la fundación que administra sus bienes sigue conservando los derechos de propiedad de la finca en la que encuentra el priorato.
 
Rafael Gónzalez Rodríguez. Más vale volando

8 de diciembre de 2010

La Iglesia por dentro: La Inmaculada Concepción


8 de Diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción para los creyentes, fin de macropuente para los más paganos. Y para los ayoínos, día de mirar hacía la pared derecha del templo -vista desde la puerta- (lado de la epístola, que una vez más, lo he estado poniendo siempre al revés en anteriores artículos... ya lo he corregido, Epístola, lado de la derecha, Evangelio, lado de la izquierda). Allí, a la izquierda del pequeño retablo de San Fructuoso y de la Virgen del Sagrado Corazón, está una imagen de la Virgen en su forma de Inmaculada Concepción.



El de la Inmaculada Concepción es lo que se llama un “dogma de fe” de la Iglesia Católica, es decir, que sí o sí, si eres católico lo crees porque lo ha dicho el Papa. Por este dogma, se establece que María, madre de Jesús, fue concebida por sus padres libre de toda mancha del pecado original. Una verdad teológica que fue promulgada por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854.


La imagen de la Iglesia de Ayoó sigue la representación típica que se impuso a partir de los siglos XVII-XVIII: vestido blanco con manto azul (el azul es el color de lo espiritual, de la pureza en la iconografía católica) y asentada sobre un grupo de ángeles, como se hizo popular en el Barroco (no hay más que ver las imágenes más famosas, las pintadas por Murillo).



España celebra a la Inmaculada como patrona y protectora desde 1644. Durante esta festividad, los sacerdotes españoles tienen el privilegio de vestir casulla azul, privilegio otorgado por la Santa Sede en 1864, como agradecimiento a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción.


Virgen de la Inmaculada de Villalpando.
Foto de E.P. Mencia en Patrimonio Popular
El voto a la Inmaculada Concepción se hizo por primera vez en España en un pueblo cercano, en Villalpando, el 1 de noviembre de 1466, en la Iglesia de San Nicolás. Lo hicieron los pueblos de Villalpando, Quintanilla del Monte, Cotanes del Monte, Villamayor de Campos, Tapioles, Cañizo, Villar de Fallaves, Villardiga, Prado, Quintanilla del Olmo, San Martín de Valderaduey, Villanueva de Campos y Cerecinos de Campos,todos ellos pertenecientes al Señoría de los Condestables de Castilla. Se ha renovado el voto seis veces, en 1498, 1527, 1904, 1940, 1954 y 1967.

Artículo realizado con la información recogida en Catholic.net, Wikipedia y Villalpaldinos.

6 de diciembre de 2010

Un regalo

Hace unos días fue mi cumple (acepto felicitaciones y condolencias,que yo soy de las que llevo fatal la llegada de cada aniversario...) y me han hecho un regalo muy especial que quiero compartir con todos, porque, como no, tiene que ver con Ayoó... Son unos dibujos de espacios que os resultarán conocidos. Los ha hecho Sonia, amiga de la familia y seguidora del blog y son así de preciosos...






Y hasta hay chimeneas en el sobre...



Y yo misma, jaja...



¡¡Gracias Sonia!!

4 de diciembre de 2010

La Iglesia por dentro: Santa Bárbara

4 de Diciembre, día de Santa Bárbara, también presente en la Iglesia de Ayoó: Está en un pequeño retablo que encontramos en la parte izquierda de la Iglesia -el lado del Evangelio-(vista desde la puerta), sobre San Roque.





Allí vemos una pequeña imagen con un vestido muy colorista (falda azul, sobrefalda rosa con flores doradas, cuerpo negro con una flor, mangas rosas, manto rojo), una corona en la cabeza y acompañada de una torre, de la que ahora hablaremos. La mano derecha tiene un gesto como de haber llevado algo allí que ahora no tiene. Tal vez un atributo de los que son habituales en la iconografía de esta santa: la palma del martirio, la espada de su martirio, un cañón o un proyectil.






Santa Bárbara, virgen y mártir, era una joven de Nicomedia, en Asia Menor, tan bella que su padre la encierra en una torre para que ningún hombre la viera. Convertida en secreto al cristianismo, hace construir una tercera ventana en la torre, remitiendo al misterio de la Santísima Trinidad y así es como se representa la torre que suele acompañar su imagen, con una torre con tres ventanas, como la de Ayoó.



Al enterarse el padre de su conversión, la lleva al Pretor romano de la región y cumpliendo la ley, la someten a tormentos varios para conseguir que reniegue de su fe. Por último, le cortan la cabeza. Algunas versiones hablan de que fue el propio padre quien lo hizo y que al regresar a casa, resultó alcanzado por un rayo que le mató allí mismo. De ahí, el patronazgo de Santa Bárbara a todo lo que tenga que ver con tormentas y explosiones (artilleros, mineros, electricistas, bomberos, albañiles, canteros...).


Casi una veintena de ciudades y pueblos de toda Europa (incluidas Sevilla y Pamplona) reclaman para si tener reliquias de la santa, hasta tal punto que si los sumamos podríamos formar dos o tres cuerpos con tanto trozo diseminado.


La santa, muy antigua, tiene un aura legendaria y por lo tanto, algo incierta, que hizo que en el año 1960 la Iglesia católica la retirase del calendario oficial romano, aunque fue repuesta en el 2005.


El profesor Emiliano Pérez Mencía, en su página Patrimonio Popular habla de la exaltación de la santa en el valle de Vidriales y trata una cuestión que me ha resultado curiosa: un toque de campana dedicado a Santa Bárbara para alejar las tormentas:


La devoción a Santa Bárbara se asocia también con las campanas, pues se cree que su toque puede ahuyentar a los nublados. Y en verdad existe entre los campaneros un toque llamado en algunos lugares tente nublo o toque a nublo, y por estas tierras tente nube, que servía además de para lo dicho anteriormente, para que la gente que estaba en el campo pudiera, al oírlo, regresar a casa rápidamente, evitando así que le pillara en descampado. Había temor en los pueblos a morir en el campo matados por un rayo. Y hasta los sacerdotes conjuraban los nublados para que se alejasen.

Texto elaborado con la ayuda de las páginas Patrimonio popular; Catholic.net; Church forum y Tus preguntas sobre los santos.

2 de diciembre de 2010

Refranes de ricos y pobres

Terminaba el anterior artículo, el de San Andrés, con un refrán que se decía en el pueblo, el de “Por San Martino mata el pobre su cochino... y por San Andrés, mata el rico tres” que hablaba de las diferencias entre los que más tenían y los que menos... y eso que en Ayoó nunca ha habido diferencias abismales: ni pobres de solemnidad ni ricos millonetis en los extremos.



Huchas de cerdito de Alfarería Pereruela Siglo XVI


Pero de dineros y de pobres, más que de ricos, hay otros dichos conocidos:


Tanto tienes, tanto vales.


Poco dura la alegría en casa del pobre.


El que zapatillas calza por Navidad, no le preguntes cómo le va.


Pan para hoy y hambre para mañana


Quien hambre tiene con pan sueña


No es lo mismo comprar un traje negro que verse negro para comprar un traje.


No es más rico el que más tiene si no el que menos gasta